La izquierda española hace bandera del guerra civilismo

La inanidad del peor presidente de la democracia española busca refugio en una reedición del guerra civilismo, alentado en su momento - y no contestado por Rajoy - por otro "pre claro" presidente socialista, Rodríguez Zapatero. Ochenta años después, los socialistas, que vivieron un dorado exilio durante el franquismo, quieren ganar lo que perdieron en el campo de batalla. 

Un servidor se educó en la EGB del tardo franquismo, aquella terrible dictadura en la que ¡oh sorpresa!, jamás oí hablar del Terror Rojo, las checas, las sacas... Lo que sí oí fue el testimonio de mis abuelos, de los dos bandos (uno comunista y otro guardia civil) y de los que me siento orgullosísimo, y jamás escuché una palabra de rencor, más bien todo lo contrario, animando a pasar página y no repetir los errores que nos llevaron a aquella guerra fratricida, la peor de todas las guerras, aquellas que se libran entre hermanos.

Y sin embargo, quienes nos abocaron a aquel enfrentamiento, la izquierda española, quiere reescribir la Historia y hacer tabla rasa de la Transición, que enterró definitivamente lo que hacía mucho tiempo había quedado definitivamente enterrado en el alma de la mayoría de los españoles. 

La izquierda mediática, manejando magistralmente la propaganda, como lo ha hecho siempre, con el apoyo de los medios, y dejado el campo libre por la derecha que desde hace mucho dejó de dar la batalla de las ideas, se deja robar el relato y, así, la mayoría de nuestra sociedad compra esa "verdad" del franquismo fascista que nos llevó a la ruina y a la miseria.

Pues miren, no, algunos no compramos ese relato y nos rebelamos contra esa mentira, que por mucho que la repitan, aunque sea mil veces, como decía el maestro de la propaganda nazi, Goebbels, no se convertirá en verdad. Uno tiene sus lecturas, de diferentes fuentes y distinto signo, y humildemente creo tener una idea de cómo se sucedió esa parte de nuestra atribulada Historia.

Sin ánimo de ser exhaustivo, y sin remontarnos a los visigodos, podría decirse que todo empezó, cuando en 1931, se convocaron unas elecciones municipales, insisto en lo de municipales. En ningún momento se planteaba un cambio de régimen. Antes de que se completara el escrutinio y puesto que en algunas capitales habían ganado candidaturas republicanas, las izquierdas se adelantaron a proclamar su triunfo en todo el pais (80 años después, dos catedráticos de la Universidad San Pablo CEU de Madrid, tras tomarse el trabsjo, que ninguno había hecho hasta entonces, de repasar todas las actas de los colegios electorales, descubrieron que en realidad la mayoría la habían conseguido candidatos de derechas y monárquicos). En cualquier caso, el Rey Alfonso XIII, cobardemente - bien es cierto que abandonado por todos- marchó al exilio, la izquierda se echó a la calle y se proclamó la República.

Una República aceptada, de buen o peor grado, por todos, incluida la Iglesia. Sin embargo, los próceres del nuevo régimen, mayoritariamente masones, mostraron pronto su verdadero rostro: quema de iglesias y conventos, ante la pasividad de autoridades y Policía, la elaboración de una Constitución claramente anti clerical....

Todo transcurrió muy "democráticamente", hasta que en 1933 y pese a los numerosos pucherazos, la derecha de la CEDA, Confederación Española de Derechas Autónomas, de Gil Robles, logró la victoria en las urnas, sin embargo, no se le consintió gobernar, como le correspondía. En su defecto, formó gobierno el centrita Alejandro Lerroux y su Partido Radical.

Más adelante y cuando intentó Lerroux incorporar un par de ministros cedistas, el líder socialista Largo Caballero, el "Lenin español", lanzó su revolución en el 34, que prendió sobre todo en Asturias y entre los mineros. En realidad, Caballero, secundado por Indalecio Prieto y buena parte del PSOE, así como comunistas y anarquistas, no quería otra cosa sino provocar la guerra, para justificar el exterminio de la derecha, en la mejor escuela bolchevique. 

¿Y Quién salvó a la República entonces? La Legión española, comandada por un tal Franco, el general más joven entonces de Europa. Paralelamente el criminal Presidente del Gobierno autonómico de la Generalidad de Cataluña, Lluis Companys, fusilado tras la guerra por su responsabilidad en la firma de más de 8.000 sentencias de muerte durante la Guerra Civil, se rebeló contra el Gobierno de la República, proclamando el "Estat Catalá". Dicho "Estat" apenas resistió un par de horas, lo que tardó el general Batet en poner orden en Barcelona. Nuevamente el Ejército, como garante de la República.

El Frente Popular, tras innumerables pucherazos, se hizo con el Gobierno en 1936. El pistolerismo en las calles, impune, de las izquierdas, abocaba a la derecha a su exterminio sin remedio. La gota que colmó el vaso y que determinó el Alzamiento nacional, fue el asesinato por la Guardia de Asalto y la guardia personal del socialista Indalecio Prieto, del líder de la oposición, José Calvo Sotelo, amenazado dos días antes en el Parlamento, por la comunista Dolores Ibarruri (mi abuelo fue chófer suyo al final de la guerra, y hablaba pestes de ella).

La izquierda presuponía que acabaría pronto con el golpe, al tener a parte del Ejército y de la Guardia Civil de su lado  y, sobre todo, los recursos de la España más rica. Pero no fue así. Pronto en el lado republicano tan "democrático" fueron moneda común el asesinato impune de políticos de derechas, católicos por el mero hecho de serlo (más de 8.000 religiosos asesinados y buena parte de los obispos, sin duda, la mayor persecución de cristianos, incluso que en tiempos del emperador Diocleciano). El mayor genocidio, pues tal fue, los 8.000 asesinados en Paracuellos del Jarama: responsable el comunista Santiago Carrillo; el bombardeo de la localidad cordobesa de Cabra, que no tenía ningún interés estratégico y dobló los muertos de Guernica (claro, que no tuvo un Picasso que lo inmortalizara), o las checas y las terribles torturas que allí se perpetraron (recomiendo el magnífico libro Madrid de Corte a Checa, de Agustín de Foxá).

Tras la guerra, se implantó un régimen autoritario, que gracias al genio del Caudillo, consiguió resistir los cantos de sirena para aliarse con el Eje (los aliados nunca agradecieron esa neutralidad, rota sólo por el envío de la División Azul, formada en su inmensa mayoría por voluntarios deseosos de devolver a los bolcheviques rusos la visita que nos hicieron en nuestra Guerra Civil).

Tras una posguerra abandonados por prácticamente todo el mundo, salvo honrosas excepciones, entre las que destaca la ayuda de Argentina, que alivió el hambre de los españoles, y unos años ciertamente duros de obligada autarquía, España, sin ningún plan Marshall y con la dirección del Caudillo consiguió convertirse en la octava potencia industrial del mundo, lo que fomentó la aparición de una amplia clase media, sin duda, la mejor   base social que permitiría, superados viejos odios y rencores, la Transión.

Una Transición que vino de la mano de Franco, al traer al Príncipe Juan Carlos a quien recordó que "habría de      gobernar de otra manera". Y la Transición y el paso a la democracria no la trajo la izquierda, sino ese Rey nombrado por Franco y para quien pidió todo el apoyo y lealtad del Ejército que le habían demostrado a él, Torcuato Fernández Miranda y Adolfo Suárez, que había sido nada menos que Secretario General del Movimiento. Y naturalmente las cortes franquistas, que se autodisolvieron en un rasgo de gran generosidad. En el camino se quedó un gran servidor de la patria, el Almirante Carrero Blanco, Presidente del Gobierno, vilmente asesinado por los terroristas de la ETA.

Esa Transición, que ahora quieren borrar de la Historia, fue posible por la generosidad de todos, y es la que ha propiciado este largo proceso de paz. 

Los pueblos que olvidan su Historia están condenados a repetirla<

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