¡A mi la Legión!

 

El grito de guerra del llamado originalmente Tercio de Extranjeros ejemplifica el espíritu de este Cuerpo, que el 20 de septiembre cumple su primer centenario desde que fuera fundado por el Teniente Coronel – luego general- Millán Astray, junto con Francisco Franco. Pese a su corta trayectoria (actualmente la unidad más antigua en activo es el Regimiento Soria Nº 9, con cinco siglos a sus espaldas), se ha sabido ganar el respeto de sus enemigos, y el cariño de los españoles, gracias a su valor en combate, heredero de los viejos Tercios españoles, que se enseñorearon de toda Europa y combatieron al turco.

Su espíritu de compañerismo y entrega hasta la muerte en defensa de la patria queda recogido en el Credo legionario y en sus canciones, el Novio de la Muerte… Su fundador, hombre inteligente y cultivado, gran amante de la cultura japonesa, supo imprimir a la nueva unidad, en la que nadie preguntaba por tus orígenes, no siempre claros, el espíritu de los samuráis.

 

La Legión se curtió a principios del siglo XX, en la guerra de África, en el Protectorado español, frente a las cabillas rebeldes de Abd el Krim. Una guerra que era una continua sangría de jóvenes reclutas. Precisamente para paliar dicha sangría es por lo que se decidió crear una unidad de soldados profesionales y con una gran motivación y elevado código de honor. Una de sus primeras acciones fue la salvación de la ciudad española de Melilla – junto con Ceuta, preservó su españolidad a lo largo de cinco siglos, cuando España consiguió recuperarla de manos sarracenas-, frente a los rebeldes, gracias a la acción de la 1ª Bandera de la Legión, comandada por Francisco Franco Bahamonde, que empezaría a labrar en tierras africanas su leyenda de comandante valeroso y protegido por la Baraka.

 

A España, en la Conferencia Internacional de Algeciras y el reparto de los restos que quedaban de África entre las potencias europeas, tras el Congreso de Berlín, apenas le quedaron unas migajas, en este caso, la parte más empobrecida de Marruecos – país con el que ya nos medimos a mediados del siglo XIX, frente al sultán, para salvar el honor patrio, obra y gracia del general Prim, el héroe de Castillejos, y sus voluntarios catalanes-, y Santa Cruz de Mar Pequeña o Sidi Ifni, frente a las Islas Canarias. En realidad, la presencia de España en el Norte de África significaba la recuperación de unos territorios que estuvieron secularmente unidos al devenir histórico primero de la provincia romana de Hispania (el norte de lo que hoy es Marruecos que entonces, obviamente no existía, era la provincia de Tingitania, integrada dentro de Hispania), y luego, como parte del reino visigodo de España, con capital en Toledo, a lo largo de sus casi dos siglos de existencia. La invasión musulmana, en el 711, nos arrebató nuestro solar patrio, incluidos los territorios norte africanos. Tras la culminación de los ocho siglos que duró la Reconquista, con el definitivo sometimiento del Reino nazarí de Granada, los planes de los Reyes Católicos eran recuperar esas tierras. Más nos hubiera valido y, sin duda, nos habría evitado el continuo acoso a nuestras costas levantinas de los piratas berberiscos desde esas costas y las de Argelia, pero se interpuso un hecho que habría de trastocar todos los planes: el descubrimiento de un Nuevo Mundo. De los antiguos territorios hispanos, luego españoles, del Norte de África, apenas se pudo recuperar Ceuta, Melilla y varios peñones, que aún consiguen resistir los continuos intentos de nuestro “amistoso” vecino del otro lado del Estrecho por hacerse con ellos.

 

La Legión empezó a forjar su leyenda en tierras africanas (también participó en la guerra – guerrilla de Sidi Ifni, impulsada cómo no por Marruecos, o en el Sahara español contra el Frente Polisario, luego entregado ignominiosamente a Marruecos tras la Marcha Verde, impulsada por el tirano Hassan II, que aprovechó la enfermedad del general Franco y que contó con el respaldo de los Estados Unidos y de Francia), y se afianzó en todos los escenarios que han escrito la Historia de España en el último siglo, desde la Guerra Incivil, hasta Afganistán. Precisamente en este último conflicto está ambientada una película reciente, española, pese a lo cual no denigra a esta unidad militar que tanto cariño despierta entre los españoles.

 

Confieso que hubo un tiempo en que no comprendí la figura de Millán Astray. Como lector enamorado de la Generación del 98, a pesar de su pesimismo sobre el ser de España, y muy especialmente de ese vasco universal, Miguel de Unamuno, me dejé seducir por la versión del mítico enfrentamiento en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, en el inicio de la Guerra Civil, entre su entonces rector Unamuno, y el general y su grito de “muera la inteligencia”, respuesta al “Venceréis pero no convenceréis” del escritor. Sin conocer la otra versión, mi adolescente e impresionable voluntad se inclinó, como era esperable, por el intelectual. Sin embargo, el tiempo y lecturas menos sesgadas, me han dado el verdadero perfil de un militar de clara inteligencia, y por encima de todo, gran patriota.

 

La Legión española cumple merecidamente su primer centenario de vida, fiel a los principios inculcados por su fundador, adaptada a los tiempo y, como siempre, seguirá concitando la admiración de todo el mundo, y el cariño de los españoles, como queda acreditado en los desfiles.

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