El Programa La Inmensa Minoría, de El Toro TV, se hacía eco hace unos días de un hecho poco conocido, las matanzas que perpetraron los partisanos comunistas de Tito, al final de la Segunda Guerra Mundial e inmediatamente después, en las que masacraron a alrededor de 20.000 italianos, en Kars, en la región de Istria. No vale la pena buscar en San Google, no encontrarán nada. Los hechos son terribles. La región de Istria, lindante con la recién creada Yugoslavia, tras el derrumbe del Imperio Austrohúngaro, al término de la I Guerra Mundial, estaba habitada mayoritariamente por italianos. 

Entre 1.943 y 1.947, los partisanos comunistas del mariscal Tito, que se convirtió en el dictador de la nación eslava, con el pretexto de la lucha contra el fascismo, aprovecharon para realizar toda una limpieza étnica. No cabe calificarlo de otra cosa, ya que el 80% de la población de la región, o fue asesinada o se vio obligada a exiliarse. Ancianos, mujeres y niños – desde luego, no fascistas, simplemente italianos-, ninguno se libró de se asesinado de forma cruel por los comunistas. Hubo casos como el del cura Francesco Bonifacio, en proceso de beatificación, que fue asesinado a palos. En la mayoría de los casos, se ataba a los prisioneros de dos en dos, uno asesinado y otro aún vivo, y se les lanzaba a fosas. Luego, sobre los cadáveres, lanzaban un perro muerto, como signo de desprecio. La izquierda, como siempre, niega los hechos, y un documental que se atrevió a denunciar la masacre, pasó desapercibido en la Mostra de Venecia. Parece que este tipo de Memoria Histórica resulta incómoda para la izquierda.

Pero no se trata de un hecho aislado. En Italia el partido comunista intentó algo parecido, tras la guerra, en una vendeta en la que intentaron hacerse con el poder, y sus crímenes han permanecido décadas en el olvido. Otro tanto pasó en Grecia, donde los guerrilleros comunistas, alentados por Stalin, desencadenaron una auténtica guerra civil, que afortunadamente, se saldó con su derrota y el triunfo de la democracia. Y qué decir de los maquis, los comunistas españoles exiliados tras el triunfo de Franco en nuestra Guerra Civil y que, tras la guerra Mundial, entraron por el Pirineo tratando de “levantar” al pueblo español contra el Régimen. Despojados de su halo romántico, en realidad eran auténticos bandoleros, a los que el pueblo al que decían querer liberar de la dictadura les dio la espalda. La Guardia Civil y el Ejército consiguieron acabar con ellos, no sin un doloroso tributo de sangre.

Esos son los modos del comunismo, terror y sangre, siempre lo ha sido, desde la Revolución bolchevique de 1.917 en Rusia.

 

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Isabel la Católica en Washington

Cura húngaro perseguido por los soviéticos

El Cardenal Cisneros, reformador de la Iglesia en España