A raíz de la
muerte de Floyd por la Policía en EE.UU., se ha extendido por todo el mundo el
movimiento de raíz marxista Black Lives Matter – las vidas negras importan-, a
menudo provocando fuertes disturbios y violencia por todo el mundo. Sin
embargo, hay otro racismo del que nadie se hace eco, tampoco los medios, el del
racismo, pero esta vez de negros contra blancos, en concreto, en Sudáfrica.
Tras el fin
del deleznable régimen del Apartheid en el país sur africano, subió al poder el
partido del Nobel de la Paz Nelson Mandela, el ANC (Congreso Nacional Africano,
en sus siglas en inglés), de la mayoría negra del país hasta entonces
postergada por el régimen de la minoría blanca. Todos tenemos en la retina la
película dirigida por Clint Eastwood y protagonizada por Morgan Freeman y Matt
Damon, Invictus, en donde a través se refleja ese difícil periodo de transición
a través del equipo nacional de rugby, basada en hechos reales. Pero la
realidad dista mucho de la idílica convivencia entre negros y blancos (la
proporción de población blanco /negro en el país es de 1 a 100). Lo cierto es
que la minoría blanca se ve ahora perseguida por la mayoría negra, a menudo
alentada desde el propio Gobierno, por cuestiones puramente raciales, es decir,
por el color de la piel.
Recientemente
fue asesinada en su granja Chantal Kershaw, blanca, por una banda de negros,
después de ser terriblemente torturada, y violada, pero naturalmente ningún
medio se ha hecho eco. Lo preocupante es que no es un caso aislado. Desde 1.990
se han confirmado 2.000 asesinatos de granjeros blancos – descendientes de los
afrikáner, que llevan en el país desde hace cuatro siglos y se sienten
sudafricanos como el que más-, de los cuales 600 sólo en la última década. Su
delito: ser blancos. En los asaltos a las granjas, las bandas de negros no
respetan ni a niños, ancianos o mujeres. Esta violencia que, insisto está
alentada desde el propio Gobierno y numerosos dirigentes del ANC, como por
ejemplo Julius Malena, ha provocado un terrible éxodo, en lo que puede
calificarse como limpieza étnica. La comunidad de granjeros, cuyas propiedades
están alejadas unas de otras, y que se estimaba en unos 60.000, se ha visto
reducida en los últimos 25 años a la mitad. La mayoría han emigrado a
Australia, Nueva Zelanda, EE.UU., Canadá o, incluso, países vecinos de mayoría
negra, pero donde no son perseguidos.
Como síntoma
de este odio racista de los negros hacia los blancos es una canción muy popular
en el país “Mata al boer, mata al granjero”.
Hasta cuando
la indiferencia de la comunidad internacional y el silencio de los grandes
medios de comunicación?
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