La conversión de San Pablo, también entre judíos y musulmanes

 Es conocida la conversión de Saulo, el implacable perseguidor de cristianos, en el Camino a Damasco, donde vio la verdadera Luz, en su caída del caballo. Desde entonces, numerosas personas han tenido parecidas experiencias "místicas" en que personas de toda procedencia, paganos, agnósticos, incluso ateos, han descubierto la Fe en Cristo.

Pero menos conocidas o cuando menos sorprendentes son conversiones entre judíos y musulmanes, aunque en este último caso, los neófitos han tenido dificultades para dar testimonio de su nueva fe. A continuación, se ofrecen algunos ejemplos.

Este tipo de conversiones las viven también judíos que, a menudo, siguen siendo judíos pero reconocen en Jesús al Salvador que espera Israel, después de revelaciones especiales.

Hay hoy en día en Israel judíos que conservan su identidad judía pero reconocen a Jesucristo como el Mesías de Israel (se les llama “judíos mesiánicos”).

Su conversión llega a menudo de manera carismática, por apariciones, revelaciones o visiones privadas, a imagen de lo que les sucedió a muchas notables personalidades judías en el pasado.

Israel Zoller (1881-1956), por ejemplo, era judío de nacimiento, de origen polaco, gran rabino de Trieste, y después de Roma durante la Segunda Guerra Mundial, profesor de exégesis bíblica en la universidad de Padua.

Cristo se le apareció de repente en octubre de 1944, cuando se encontraba en el interior de la gran sinagoga romana, el día de Yom Kippour.

Israel se convirtió al catolicismo a los 65 años y tomó como nombre “Eugenio Pío” como homenaje al papa Pío XII por su obra a favor de los judíos de Roma durante la Segunda Guerra Mundial.

Otro convertido, Alfonso Ratisbonne (1814-1884), un joven judío ateo de mediados del siglo XIX, tuvo una visión de la Virgen María al entrar en una iglesia de Roma. La Virgen María se le presentó con las manos abiertas y extendidas, haciéndole el signo de arrodillarse.

“La Virgen parecía decirme: ¡está bien! Ella no me habló, pero yo lo comprendí todo”, escribiría más tarde.

Inmediatamente después, el joven decidió convertirse al catolicismo, añadiendo el nombre de “María” a su nombre de bautismo.

Entró en la Compañía de Jesús en junio de 1842 y recibió su ordenación sacerdotal en 1848. Después se instaló en Palestina, donde consagró su vida al catecumenado de convertidos de origen judío.

«Que no tenga que hacerme cristiano»

El americano de origen judío Roy Schoeman nacido en 1951 en una familia que había huido de la Alemania nazi, es otro caso de conversión repentina. Esto es lo que explica en su libro testimonio Le salut vient des juifs [La salvación viene de los judíos].

“Durante una larga caminata en la naturaleza recibí la gracia más excepcional de mi vida (···). Me encontré consciente y materialmente en presencia de Dios. Vi mi vida hasta ese día expuesta ante mí, todo lo que me hacía feliz y todo lo que lamentaba. Supe en un instante que el objetivo de mi vida era amar y servir a mi Señor y mi Dios”, escribió.

Y añade después: “el nombre de ese Dios que se me reveló, sentido y objetivo de mi vida, no lo concebía como el Dios del Antiguo Testamento que figuraba en mi imaginación desde la infancia. Pedí conocer su nombre, para saber qué religión me permitiría servirle y adorarle”.

Roy Schoeman pide al Señor que le haga conocer su nombre, pero con una condición: que no sea Cristo y que no tenga que hacerse cristiano.

Pero un año después recibe en un sueño “la segunda mayor gracia” de su vida: “Él, que decía no saber mucho del cristianismo y no tener especial simpatía por él, se despierta “perdidamente enamorado de la bienaventurada Virgen María” y sin desear “nada más que hacerse totalmente cristiano”.

Para saber más sobre ello, puede escucharse la lectura de un fragmento de su libro Le Miel du rocher, seize témoignages d’accomplissement de la foi d’Israël dans le Christ [La miel de la roca, dieciséis testimonios de cumplimiento de la fe de Israel en Cristo], publicado por ediciones François-Xavier de Guibert, en 2008.

También musulmanes

También hay musulmanes que viven conversiones, pero se ven obligados a menudo a permanecer en una actitud discreta.

Joseph Fadelle es el autor de la conmovedora obra Le prix à payer [El precio a pagar]. Este iraquí convertido del islam al cristianismo está refugiado en Francia y debe esconderse para evitar que sea ejecutada la fatwa pronunciada contra él.

Su verdadero nombre es Mohammed al-Sayyid al-Moussaou, nacido en una de las mayores familias de la aristocracia chiíta de este país, descendiente del imán Alí, primo del Profeta.

En 1987, durante su servicio militar, se encontró con Massoud, un cristiano con el que debatió sobre el cristianismo y el islam.

Después, una noche, explica, tuvo un sueño desestabilizador: un hombre vestido de blanco, desde el otro lado de un arroyo, le tendía la mano y le decía: “Yo soy el pan de vida”. Estremecido, abrió la Biblia de Massoud y verdaderamente impresionado por lo que leyó, la devoró, y se convirtió.

Con su mujer, también convertida, llegó con dificultad a integrarse en la Iglesia de Irak y, después de haber sido encarcelado, golpeado, azotado y torturado por su propia familia, tuvo que huir tras un intento de asesinato por parte de su hermano.

Otro caso de conversión imprevisible es la de la egipcia Nahed Mahmoud Metwalli, que perseguía a los cristianos y a las cristianas desde su cargo de vicedirectora de la principal Institución de Enseñanza para Niñas de El Cairo (4.000 alumnas), en el barrio cairota de Zeitoun, no lejos de la basílica edificada tras las apariciones marianas de 1968-69.

“Yo las perseguía muy fuertemente y las trataba con una extrema severidad”, confiesa en un mensaje dirigido, desde su exilio en Holanda, a todos los musulmanes del país, en el que es reivindicado el derecho a la libertad de conciencia.

El perseguidor, perseguido

“Creía mi deber actuar así. Hasta el día en que me encontré con el Señor Jesús. Se me reveló y Le di mi vida, a causa de la inmensidad de su ternura y de su amor. Abandoné mi país, mi familia y todo, a causa de Cristo y del testimonio por el Nombre de Cristo”, añade.

Fue una nueva secretaria, cristiana, por su comportamiento ejemplar, la que le abrió los ojos.

Un buen día, cuando estaba hablando con ella en su oficina, ironizando sobre la imagen de María que llevaba en una medalla, las dos mujeres vieron aparecerse ante ellas a la Santísima Virgen, vestida de azul con un velo, una visión a la que siguió, otro día, otra visión, la del mismo Cristo, que dijo a Nahed: “Permanece en paz, tendrás una misión que te será revelada a su debido momento”.

Nahed tardó un tiempo en comprender lo que había visto tan cerca suyo, pero su conversión ya había empezado y su comportamiento de perseguidora cambió totalmente, hasta su conversión completa, sellada por su bautismo, el 30 de noviembre de 1988.

La perseguidora se volvió entonces objeto de persecución en su país, viviendo varios intentos de secuestro, y acabó por refugiarse en Europa, donde se consagró a la evangelización… hoy en día en los Países Bajos.

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