Cultura de la muerte.

 La cultura de la muerte se está imponiendo por doquier, abocando – y no quiere sonar catastrofista -, al fin de una civilización. Empezó con el aborto, llamado eufemísticamente “interrupción voluntaria del embarazo”, para esconder de lo que se trata, de un crimen, el más execrable, el de un inocente. Y lo hizo bajo algunos supuestos limitados, pero que al final, termina generalizando lo que se convierte en el mayor genocidio de la Historia de la Humanidad. Multinacionales abortistas generosamente regadas con fondos públicos, incluso la ONU, empeñada en imponer la agenda abortista a aquellos países que se resisten… y lo que es peor, con la sociedad dando la espalda a esta terrible lacra.

 Fue el primer paso, el siguiente es la eutanasia, nuevamente escondida bajo un eufemismo, el de la “muerte digna”. Y ¿qué es la muerte digna?. ¿Quién puede arrogarse el derecho a terminar con la vida de un enfermo o un anciano, ni siquiera el propio interesado? ¿El médico, que sujeto al juramento hipocrático está obligado a salvar vidas, no a eliminarlas?. La sociedad compra el relato de evitar a esas personas desvalidas un sufrimiento, pero para ello, ¿no sería mejor invertir en cuidados paliativos, que ayuden a aliviar ese sufrimiento y llegado el caso el difícil trance de morirse?. Pero claro, eso resulta más caro y laborioso. Nadie es dueño de nuestras vidas, que nos han sido dadas por Dios.

 Una cosa es no incurrir en “encarnizamiento terapéutico” o prolongar innecesariamente una vida cuando la Ciencia médica ha agotado todos sus recursos para preservarla, y otra cosa es matar a esa vida que no le es útil a la sociedad, que ha dejado de ser rentable. Hemos visto casos de enfermos terminales, también niños, para los que un juez determinaba su desconexión de la maquinaria que les mantenía con vida, en contra de la opinión de los propios familiares, que llegaron a pedir ayuda al Vaticano y a su Hospital Gemelli, para probar tratamientos alternativos, y se les denegó esa opción. Moribundos que terminan muriendo al cabo de varios días de agonía, sin agua ni alimentos. ¡Una barbaridad!.

 En el caso de los abortos, se llega al asesinato del bebé justo en el momento de nacer, por métodos horribles (seccionándoles la cabeza), y en el caso de que algún bebé consiga sobrevivir a un aborto, no se les trata de salvar.

 Algún día, la sociedad verá todo esto como lo que es, algo absolutamente execrable, como en su momento se llegó a ver la esclavitud, por ejemplo, pero desgraciadamente, para millones de seres indefensos será demasiado tarde.

 

 

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