La dichosa pandemia del Coronavirus ha trastocado todas nuestras vidas, incluido naturalmente el disfrute de la cultura: conciertos cancelados, aquel viaje soñado que sólo Dios sabe cuándo podremos realizar, exposiciones pospuestas... Una de ellas, que hubo de cancelarse a punto de su apertura, justo en el momento en que nos confinaron, es la que la Biblioteca Nacional iba a dedicar al gran escritor Miguel Delibes, con motivo del centenario de su nacimiento, que se cumple este año. Felizmente la exposición acaba de abrir sus puertas, en principio y si el dichoso virus no lo impide, hasta el próximo 15 de noviembre.

La exposición muestra, a través de numerosos testimonios, cartas, fotografías y, cómo no, ejemplares de su amplia obra, el perfil de un autor al que no le faltaron reconocimientos, aunque en mi humilde opinión, le faltó injustamente el Nobel (habría tanto que hablar de los Nobel de Literatura concedidos a autores de mucha menor valía, auténticos desconocidos, mientras otros con mucho mayor merecimiento jamás lo consiguieron).

Confieso mi debilidad por Delibes. Si bien mis lecturas preferidas se inclinan a menudo por "generaciones" (la Perdida de Hemingway o Dos Pasos y, sobre todo, la del 98, con su amor por Castilla, alma de España), en mi modesta biblioteca ocupan lugar destacado Cinco horas con Mario, Las Ratas, El Camino, El Príncipe Destronado, Los Santos Inocentes -muy bien llevada al cine, por cierto, con magníficas interpretaciones de Alfredo Landa, y Paco Rabal, con su "milana bonita!"-, o una de sus últimas obras, El Hereje.

Con su estilo sencillo consigue enamorarte de esa Naturaleza a la que tan unido estaba, y hasta de la caza, incluso para un no aficionado, como es mi caso. Pero lo que trasciende no sólo su obra, si no, a lo que parece, también en su vida personal, es su carácter de auténtico castellano viejo, sencillo y humilde, recio, sobrio, austero.

Virtudes que siempre asocié también a mi padre, que en paz descanse, abulense de pro. Tal vez por eso, y por un cierto parecido físico, mi pasión por Delibes trasciende lo estrictamente literario.



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