“Resignificar”
el Valle de los Caídos!
Uno de los
objetivos a batir de la Nueva Ley de Desmemoria Histórica del social comunista
Pedro Sánchez es la Basílica del Valle de los Caídos, la comunidad de monjes
benedictinos que la regenta y la Cruz que la preside, la más grande de Europa.
Un espacio religioso, dedicado a orar por todos los españoles caídos en la
Guerra Civil, sin distinción de ideologías, y a la reconciliación, y que ahora
el Gobierno quiere “resignificar”, es decir, expulsar a los monjes, convertirlo
en cementerio civil, remover los restos de los enterrados, incluso de aquellos
que sus familiares quieren que sigan allí, mover la tumba del fundador de la
Falange, José Antonio Primo de Rivera, fusilado por los rojos y, en último
término, derribar la cruz, símbolo del nacionalcatolicismo! (yo creía que era
el signo de los cristianos, ahí donde nuestro Maestro murió terriblemente
torturado, por amor a los hombres y para redimirnos de nuestros pecados).
Todo empezó
con la profanación de la tumba de un católico, que murió en la fe, el anterior
Jefe del Estado, Francisco Franco Bahamonde, enterrado allí por orden del Rey
Juan Carlos I, y en contra de los deseos del propio finado, que prefería
descansar en el panteón familiar, junto a su esposa, en Mingorrubio (El Pardo,
Madrid). La Iglesia y muy especialmente el Vaticano, que tiene la jurisdicción
directa sobre el templo, debieron hacer una defensa de la inviolabilidad de un
espacio sagrado y de esa tumba, pero no lo hicieron, salvo la comunidad
benedictina que, con su prior al frente, se rebeló contra tan manifiesta
ilegalidad. Los católicos callaron, abandonados por sus pastores, ante el
expolio de quien salvó a la Iglesia en la Cruzada contra el bolchevismo que
trató de exterminarla, con el asesinato de miles de nuestros mártires, muertos
por su fe.
La
mayoría, empezando por esa jerarquía silente, no supieron ver que éste era el
primer paso para el verdadero objetivo del nuevo Frente Popular: la cruz, que
les produce auténtica aversión. Ahora parece que, en su visita al Papa
Francisco, tan preocupado por el Medio Ambiente, esos “valientes” obispos que
son el de Madrid, Osoro, y el catalán Omella, Presidente de la Conferencia
Episcopal Española, han tratado el tema. Piden diálogo y ofrecen colaboración,
por qué no la otra mejilla?.
Cuántas veces
la jerarquía, los pastores, han abandonado a su grey, no sólo en España, en
donde numerosos obispos entregaron su vida durante la persecución del Terror
Rojo en la Guerra Civil (eran otros tiempos). Estoy pensando en la Iglesia
Patriótica vendida al régimen comunista chino -frente a la clandestina,
abandonada por el Vaticano con su acuerdo con el régimen tiránico chino-, la
Guerra Cristera, el levantamiento campesino contra el Gobierno masón mejicano,
con el que finalmente pactaron los obispos abandonando a los fieles a su
suerte, y tantos otros.
Necesitamos
una iglesia valiente, que salga de sus sacristías, como cuando el anterior
obispo de Madrid, ese gran gallego Rouco Valera, sacaba a las familias a la
misa de las Familias, el día de los Santos Inocentes, el 28 de diciembre, en la
Plaza de Colón. Y si hace falta, salimos a encadenarnos en la Basílica.
Recuerdo cuando con el Gobierno de Zapatero, con la excusa de unas obras, cerró
la Basílica. Allí, en pleno invierno, a 5 grados bajo cero y bajo la nieve,
fuimos algunos a celebrar la Eucaristía, lo más sagrado para un cristiano.
Por cierto,
España, tierra de María, como proclamó ese gran Papa, San Juan Pablo II, en una
de sus cinco visitas a nuestro país, aún espera la visita del Papa argentino,
que recientemente ha pedido perdón por el genocidio de los españoles en América
(al contrario, San Juan Pablo II destacó a menudo la extraordinaria labor
evangelizadora que realizó España en el Nuevo Mundo). Dicen que los obispos
Osoro y Omella se lo han propuesto, para 2021, Año Santo Compostelano y Año
Ignaciano (se cumplen 500 años de la conversión del Santo español), con una
visita a Manresa. Es desalentador la escasa empatía que se aprecia en el Papa
Francisco hacia nuestro país.
Corren tiempos
de tribulación para los cristianos.
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