Francia está conmocionada, en realidad, todos los estamos, por el horrendo crimen – el último de una ya larga lista- de un inocente a manos de un musulmán. Macron ha declarado la guerra a los terroristas, y el atentado se produce en un momento en que su Gobierno está a punto de sacar una ley contra el “separatismo islamista”, es decir, contra aquel que trata de subvertir el orden de a República, en la que no se integra, al tiempo que quiere imponer su ley islámica, la Sharía, en el cada vez mayor número de ZUS (Zonas Urbanas Sensibles, aquellas en donde la Policía no se atreve a entrar y en donde el Islam impone su Ley).

 Francia, Alemania con los turcos, Inglaterra… nos llevan décadas de adelanto en la recepción de población musulmana, ya hasta de tercera generación y que, sin embargo, pese a las buenas intenciones de la progresía multicultural, se demuestra tozudamente que no es capaz de integrarse en nuestras sociedades, más bien, al contrario, muchos reniegan de esas sociedades que les acogieron en su día. El problema es de fondo, el Islam no es una religión como pueda ser el cristianismo, el judaísmo, el budismo o cualquier otra. Cualquiera puede tener su fe, sin que sus creencias vayan en contra del orden establecido. Ya lo dijo Jesús: “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, y en este sentido, el cristianismo siempre ha procurado alentar a ciudadanos ejemplares y cumplidores de la LEY. Pero el Islam es una suerte de teocracia, que tiene que disponer sobre todo, usos, costumbres… y lo que es peor, trata de imponerlo a quienes estamos muy a gusto sin sus imposiciones, numerosas prohibiciones, burkas, etc.

 El otro día tuve oportunidad de volver a ver la magnífica película “Des dieux et des hommes” (De dioses y de hombres), sobre un caso real, el asesinato de una comunidad de padres blancos en la Argelia de la guerra contra los terroristas yihadistas. Los frailes, pese al peligro, renunciaron a huir, prefiriendo quedarse con la población a la que asistían. Por cierto, siempre me ha llamado la atención, pero los misioneros cristianos – ahora que acabamos de celebrar el Domund-, marchan en misión, también a países islámicos -en aquellos donde les permiten hacerlo-, pero no les dejan hacer proselitismo, su labor es sólo asistencial: dispensarios, escuelas.. para ayudar a aquellos cuyos gobiernos les tienen en el más absoluto de los abandonos. A la inversa, en nuestros países, les dejamos construir mezquitas, hacer proselitismo y les ofrecemos todo tipo de ayudas… por supuesto, los musulmanes no se plantean ayudar a aquellos que no profesan su fe. Aquellos buenos frailes entregaron su vida por amor a sus semejantes, aunque fueran de otra religión, como nos enseñó Nuestro Señor.

 La Iglesia Católica ha crecido con la semilla de la sangre derramada por nuestros mártires. ¿Cuántos mártires musulmanes hay?. No conozco ninguno, los que llaman mártires, se suicidan con un cinturón de explosivos atado a su cuerpo, sembrando de muerte, dolor y odio.

 

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