Los gays, ¿casta de élite?

 

El poder del lobby LGTBi está omnipresente. No hay más que ver el cine y, sobre todo, las series de televisión, en donde siempre hay un homosexual, que por supuesto es una persona sensible, amable, tolerante, no digamos cuando se representa a "familias" de homosexuales, que son un compendio de virtudes, frente a la familia tradicional, representada habitualmente como carca y rancia. 

Siendo como son los homosexuales una minoría, no se entiende esta sobre representación, pero claro, nada es casual, es una forma de vendernos la "normalidad" de esta tendencia y de las "nuevas formas de entender la familia. Tratan de vendernos sus derechos, pero derecho a qué?, a tener niños mediante vientres de alquiler, por ejemplo?. Luego se ven problemas como los que surgen con el mediático caso de Miguel Bosé, su pareja y los cuatro hijos conseguidos mediante vientres de alquiles, pobres víctimas inocentes, cuando la relación de los dos adultos se quiebra. 

Aparte de que la imagen que se nos transmite de los homosexuales no es cierta, nadie habla de la promiscuidad, la falta de compromiso (se reclamó el derecho a los mal llamados "matrimonios" homosexuales, pero lo cierto es que muy pocos optaron por formalizar su relación), por no hablar de la violencia entre ellos mismos, información que se nos sustrae para no romper el relato buenista de la homosexualidad y la normalidad de una forma de relacionarse que es antinatural. De hecho, ninguna especie mantiene este tipo de relaciones, que les abocarían a la extinción, al no estar abierta a la vida.

Pero la sobre representación de los homosexuales se extiende a otros ámbitos (ahora parece que todo el mundo sale del armario), por ejemplo, en la política. En Nueva Zelanda los homosexuales sólo representan el 3% de la población, pero en el Parlamento suponen el 10%. En el Reino Unido pasa algo parecido, sólo el 1,9% de la población se declara homosexual, pero hasta un 7% de los parlamentarios confiesan tener esa tendencia sexual.

Y en fin, en este escenario de confusión, donde a los niños se les quiere imponer en los colegios como normal algo que no lo es, llega nuestro Papa Francisco y se pronuncia reconociéndose a favor de las uniones civiles de los homosexuales. Nuevamente el Papa se explica mal o no le entienden. Naturalmente la progresía del mundo mundial ha cogido el rábano por las hojas y se apresura a arrimar el ascua a su sardina. La doctrina católica sobre la homosexualidad es muy clara y está recogida en la última versión del Catecismo, aprobado por nuestro añorado Papa San Juan Pablo II, al que sí que se le entendía todo: amor al pecador, como hermano nuestro e hijo de Dios, con respeto, acompañamiento y cariño, pero condena al pecado, pues no otra cosa es este tipo de relaciones contra natura y cerrada a la vida.

A este paso, la heterosexualidad terminará convirtiéndose en pecado y, entre tanto, nadie se atreve a decir la verdad, que el rey está desnudo. Pues yo, sintiéndolo mucho, como cristiano y seguidor del Príncipe de la Verdad, seguiré siendo políticamente incorrecto, a riesgo de que la nueva Inquisición me tache de homófobo.

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