De Gaulle: un gran estadista

 El pasado 20 de noviembre se estrenó la película De Gaulle. Se trata de la primera vez que se lleva a la gran pantalla la vida de un hombre extraordinario. Resulta sorprendente que hasta el momento, nadie se lo hubiera planteado. El momento no puede ser más oportuno. Justo en 2020 se cumplen 130 años del nacimiento del general francés, en Lille; 80 de su famosa alocución desde Londres animando a los franceses a resistir frente al invasor nazi, y 50 de su fallecimiento en Colombey-les-Deux-Églises. El personaje es interpretado por Lambert Wilson, quien representó al prior de la comunidad de frailes asesinados en Argelia por yihadistas y que se representó en la película De Dioses y Hombres. 

Nada hubiera hecho esperar el papel que le tenía reservada la Historia. Es cierto que era un brillante oficial, educado en la Academia de San Cyr, que se batió valerosamente en la I Guerra Mundial y fue hecho prisionero en Verdún. Tuvo la clarividencia de predecir cómo se librarían las batallas en el futuro, con los carros de combate como protagonistas, precisamente lo que pusieron en práctica los alemanes con la Blitzkrieg del general Guderian, pero lamentablemente no le hicieron caso. En el periodo de entre guerras tuvo puestos de cierta relevancia, pero nada que hiciera presumir el papel que habría de jugar en la II Guerra Mundial.

Y esa fue su grandeza, saber aprovechar su momento. Éste le pilló ya en una edad madura. El mariscal Philipe Petain - el héroe de Verdún-, se rindió a Alemania, y creó el régimen títere de Vichy, en la parte no ocupada de Francia. De Gaulle se negó a admitir la derrota, huyó a Londres y desde allí articuló la lucha de la Francia Libre y la Resistencia. Consiguió, pese a lo exiguo de su aportación al esfuerzo de guerra de los aliados (se dice que no gozaba de las simpatías de los grandes y que, incluso, Churchill le menospreciaba), dadas las circunstancias, con su país invadido, sentarse entre los grandes vencedores en la decisiva Conferencia de Yalta, donde se decidió la posguerra.

Al término de la guerra, fue recibido, merecidamente, como un héroe. Pero aún habría de prestar grandes servicios a su patria, la fundación de la V República, y en otro momento de incertidumbre, durante la Guerra de independencia de Argelia, nuevamente tuvo que acudir en socorro de su país.

Una faceta menos conocida es su profunda religiosidad, lo cual no le impidió afirmarse frente al Vaticano, cuando éste se negó en principio - al final, con táctica diplomática vaticana, terminó reculando- a apartar a los obispos que se habían mostrado afines al régimen colaboracionista con los nazis de Vichy. 

Además, siempre manifestó un profundo amor por su patria y por su familia, en particular por la pequeña de sus tres hijos, con síndrome de Down. 

Poco antes de morir, quiso rendir visita a alguien por quien sentía una profunda admiración: Francisco Franco, y ello pese a las críticas que recibió desde ciertos sectores, por acudir a ver a un dictador. En 1.970 vino a Madrid, en una corta visita, de la que salió gratamente impresionado. Sentimiento correspondido por el Caudillo.

Lamentablemente, en los tiempos que corren ya no se ven estadistas como él, más bien políticos que sólo se interesan por el cortoplacismo.



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