Hace poco se
celebró el XXII Congreso de Católicos y Vida Pública, organizado por la
Asociación Católica de Propagandistas. Una queja recurrente que oigo en este
foro – y no sólo en éste-, es la falta de medios de la Iglesia para hacer oír
su voz y que llegue su mensaje a nuestra sociedad. En lo que se refiere a
medios de comunicación es cierto, en parte, al menos en lo que se refiere a los
grandes medios audiovisuales, consecuencia de la nefasta política del Gobierno
de Rajoy y, en general, de la derecha, que no ha sabido crear una red de medios
“afines”. Pero la Iglesia sí tiene un modo de hacer llegar su mensaje y es
formando a nuestros jóvenes, a través de su gran sistema educativo, con miles
de colegios, y grandes universidades, repartidas por toda España. Ayer
precisamente tuvimos oportunidad de ver la respuesta de la sociedad, movilizada
no por la Iglesia, sino por una plataforma cívica, en contra de la liberticida
Ley Celaa.
Y sin embargo,
me hago una reflexión sobre la capacidad de los colegios y universidades
católicas en la formación de personas. Realmente responden a la misión que
deberían realizar?. Viendo la respuesta de una parte importante de la sociedad,
no sé si mayoritaria, ante las grandes cuestiones como el derecho a la vida,
entre otras, mi duda es más que razonable. Es más, por mi experiencia
personal, yo que me he formado en un colegio católico – los agustinos de
Madrid-, y en la Universidad San Pablo CEU, no veo que mi entorno de amigos con
los que compartí tantos años en esos centros católicos haya dejado su formación
en los mismos un poso realmente cristiano. El que no es agnóstico, es ateo, y
el que no, los que supuestamente sí se consideran cristianos y/o “de derechas”,
realmente son personas tibias y muy alejados de una práctica religiosa mínima.
Posiblemente esos son los peores, los tibios, y contra ellos nos advirtió
Nuestro Señor.
En definitiva,
la Iglesia sí tiene medios y recursos para influir en la sociedad, pero sin
duda, algo está haciendo mal, cuando tantos jóvenes salen de las aulas de sus
centros, sin un compromiso real con su fe. Luego nos sorprendemos de que los
musulmanes lleguen a Occidente, y ante el nihilismo y el relativismo rampante
de nuestra sociedad, ellos sí se afirmen en sus valores, a menudo, incluso en contra
de los valores sobre los que se asienta – o debería - , nuestra Civilización.
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