El
multimillonario de origen húngaro Georges Soros continúa con su estrategia
globalista, para socavar los cimientos de la civilización cristiana occidental.
La familia, como uno de los pilares fundamentales de dicha civilización, así
como el catolicismo, son sus objetivos prioritarios, y para ello no escatima en
medios. Nada escapa a su influencia: política, medios de comunicación,
movimientos sociales, asociaciones, lobbies… Trata de subvertir democracias y
naciones sólidas, transformándolas en países débiles (está acreditado su apoyo
a la independencia de Cataluña, entre otros numerosos casos), y por tanto más
manejables.
Para lograr
naciones más débiles, quiere romper con la institución familiar, para lo cual
financia y apoya todo aquello que socava la vida y la familia, como leyes LGTB,
aborto, anticonceptivos, aborto… Los individuos solitarios y débiles son más
manejables que las familias fuertes y con valores. En esa misma estrategia, el
cristianismo es su enemigo acérrimo.
Soros se alía
con la izquierda y el gran capital, asociándose con personajes igualmente
globalitarios, con los que comparte su agenda de imposición del pensamiento
único, apocalipsis climático, apoyo a la inmigración descontrolada,
despenalización de las drogas y la eutanasia; aborto y reducción de la
reproducción (cree en la teoría malthusiana de que en el mundo sobra mucha
gente, obviamente no él, con sus 90 años), agenda LGTB, apoyo a los grupos
feministas anti hombre, a la pornografía como libertad de expresión,
fragmentación social…
Con una
fortuna directa estimada en 8 mil millones de dólares – es la 60ª fortuna mayor
del mundo -, opera a través de su Open Society Foundation (Fundación Sociedad
Abierta, con un presupuesto en 2020 de 1.200 millones de euros), entre otras.
Él no dona dinero para erradicar una enfermedad o ayudar en proyectos
concretos, sino para crear opinión pública e impulsar determinados valores.
La
secularización avanza demasiado lenta para el gusto de Soros, por lo que y con
el fin de sacar a la religión de la educación y de la esfera pública, apuesta
por la campaña mundial muy intensa contra la Iglesia Católica por sus casos de
pederastia. Actos, aunque minoritarios, sin duda absolutamente condenables,
pero cuya exposición mediática no tiene parecida condena cuando los pederastas
son miembros de la ONU, la OTAN, el PCUS o Hollywood, casos en los que no se ha
condenado a esas instituciones de forma general como sí se hace con la Iglesia
Católica.
A los medios
de comunicación los riega Soros generosamente con dinero para crear opinión en
el sentido por él buscado. Pero la educación es otro objetivo fundamental del
“filántropo”. Desde edades tempranas, se quiere imponer a los niños la agenda
LGTB y todo lo que conlleva; así como reducir el nivel de exigencia en las
escuelas, despreciando el esfuerzo, y consiguiendo así gente sin cultura,
acomodaticia y cómoda en el rebaño y en la envidia. Su próximo objetivo, que
quiere que sea su gran legado, es la creación de una red de universidades en
todo el mundo, para la que donaría 1.000 millones de dólares. De esta forma,
accedería a la formación de las élites, amoldadas a su visión de la sociedad.
No es
conspiranoia, como pretenden sus defensores, es la terrible realidad y hay
que denunciarlo
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