Todo empezó con los visigodos

 Los visigodos fueron el primer pueblo que tuvo una idea de España y que la gobernó durante casi tres siglos. El primer rey de la Hispania visigoda – aún no de España como tal-, fue Alarico, que se encuentra enterrado, junto con su fabuloso tesoro, en algún lugar desconocido de Italia. Su sucesor, Ataúlfo, llevó a su pueblo al solar que había ocupado la provincia del Imperio romano de Hispania, y que abarcaba más allá de los límites de la actual Península Ibérica, ocupando buena parte de lo que hoy es el sur de Francia, y al otro lado del Estrecho de Gibraltar, la Tingitania, lo que hoy es el norte de Marruecos y noroeste de Argelia hasta llegar al Oranesado (que durante un tiempo fue español).

 El primer rey de España – no de la  Hispania visigoda-, sería Leovigildo, quien reinó entre 568 y 586 d.C., una vez que se habían fusionado definitivamente los visigodos con los nativos hispano romanos. De esta forma, surgió el primer reino nacional de Europa, España, cuya integridad quedó quebrada con la invasión sarracena, costando ocho siglos de dura pugna contra el Islam para poder recuperar la unidad perdida. La recuperación de esa unidad estuvo presente, pese a disputas internas entre los distintos reinos que surgieron tras la debacle, en el pensamiento de todos los  reyes cristianos de España. Hasta tal punto estaba presente en la conciencia de aquellas gentes el recuerdo de la herencia de los visigodos que, en el Concilio de Basilea ( 1.431 – 1.438) los delegados suecos debatían con los castellanos quien de entre los dos pueblos tenía más derecho a atribuirse el título de descendientes de los visigodos.

 Al asentarse en Hispania, los visigodos debieron expulsar a otros bárbaros que habían ocupado previamente el solar hispano, tras el derrumbe de Imperio romano. Suevos, vándalos y alanos fueron desplazados por los visigodos, que unificaron todo lo que un día fue  la provincia romana de Hispania (es decir, como se ha señalado arriba, la Península Ibérica, sur de Francia y norte de África), estableciendo la capital del nuevo reino de España primero en Barcelona y luego definitivamente en Toledo.

 Se calcula que pudieron llegar alrededor de 200.000 visigodos, soldados, familias, ganados… Se mezclaron con la población nativa hispano romana, realizando sus propias aportaciones a la civilización que les acogía, íbera pero  a la  vez de cultura greco latina y religión judeo cristiana. Fueron tres siglos en los que se fue forjando el ser de España y que desgraciadamente, se destruyó en un momento de debilidad, en el reinado de Rodrigo, fruto de las habituales disputas sucesorias, y que nos habría de costar ocho largos siglos de sometimiento a una cultura y fe extrañas a nuestra identidad.

 

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