|
La guerra asolaba a
Europa desde hacía dos años y medio cuando, en marzo de 1942, la hermana
Lucía, una de las videntes de Nuestra Señora de Fátima, en Portugal, se
sintió inspirada a dirigirse al Santo Padre para pedirle la consagración
de Rusia al Inmaculado Corazón de María. Lucía hizo partícipe de ello a
su director espiritual, monseñor Ferreira:
“La noche del 5 de marzo de 1942,
Nuestro Señor pareció hacerme sentir más intensamente que se negaba a
conceder la paz por los crímenes que ignoraban su justicia y también
porque no se había obedecido a sus peticiones, especialmente la de la
consagración al Inmaculado Corazón de María, aunque había movido el
corazón de Su Santidad a cumplirla”.
El Papa era consciente del deseo
de una consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María, gracias a
varias peticiones recibidas desde Portugal en 1936, 1938 y 1940. Las
peticiones de los obispos portugueses también lograron convencerlo. Pío
XII pidió entonces al cardenal Schuster, arzobispo de Milán, que publicara
la petición de Nuestra Señora, lo cual hizo en una carta pastoral del 13
de octubre de 1942. El Santo Padre quería que se conociera la petición
antes de proceder a la consagración.
A continuación, el Papa consultó
al Santo Oficio sobre la conveniencia de la consagración, quien respondió
"que no había ninguna objeción teológica al respecto, pero que esta
consagración no parecía oportuna". Pío XII decidió declinar el
consejo del Santo Oficio y, el 31 de octubre de 1942, en un discurso por
radio, consagró a "la Iglesia y al mundo al Inmaculado Corazón de
María", mencionando a Rusia de la siguiente manera:
"A los pueblos separados por
el error y la discordia, y especialmente a los que profesan por ti una
devoción singular y entre los cuales no hubo casa que no honrara tu
venerable icono, hoy quizás escondido y reservado para mejores días,
dales paz y llévalos de regreso al redil de Cristo, bajo el único y
verdadero Pastor" (1).
|
Comentarios
Publicar un comentario